Es tan difícil recordar quién era Shakira a mitad de los ‘90, cuando su nombre raro de tres sílabas y su dicción ondulante tal vez la confundían con Soraya, otra colombiana-libanesa y heroína pop-rock (ya fallecida). A fuerza de hits poderosos, la entonces morocha y/o caoba desprolija pudo ser perfectamente aislada como lo merecía, y la industria, los fans y sobre todo ella misma la ubicaron ahí: mucho más y mucho menos que una cara bonita, una chica dulce y enojada, reprochona, sagaz y contundente; con un ancla hasta demasiado subrayado en su personalidad (si bien las comparaciones pertinentes la llevaban de las mechas hasta Alanis Morissette, que hacía estragos en ese mismo momento).
Shakira le metió bailes arábigos más o menos toscos (bastante más que los coreografiados de ahora, cosa que tanto lamenta su cintura) y encontró su lugar en la exageración y algún desparpajo vocal. También reivindicó algo bien globalizado de sus orígenes libaneses –la danza del vientre– y su ser latino, pero sobre todo sacó dos muy buenos discos: Pies descalzos, que contenía aquel trabalenguas ininteligible de “Estoy aquí”, y el gran ¿Dónde están los ladrones?, con “Moscas en la casa”, “Ojos así”, “Ciega, sordomuda”, y otros éxitos. Quedaba así constatado su enorme talento como compositora y letrista furiosa (“Si no tienes más que un par de dedos de frente/ y descubres que no se lava bien los dientes”, decía de “la otra” en el resentido “Si te vas”).
La historia muestra que fue entonces que Shakira descubrió que su potencial se dirigía hacia el infinito y más allá y, con inquietante ironía, se tiñó de rubia y le puso a su siguiente disco Servicio de Lavandería o bien Laundry Service: ése fue su paso al bilingüismo y al tentador mercado angloparlante. Entonces “Suerte” también se llamó “Whenever, wherever”, hubo un “Eyes Like Yours” (versión anglo de “Ojos así”) y dos versiones para un tango pop débil. Ella arriesgó y ganó, en un mundo que hacía movimientos similares a los suyos.
De hecho, dentro de la famosa tensión local-global, no llama la atención que este año sea ella la que está a cargo de la canción oficial de Sudáfrica 2010. ¿Acaso hay alguien que represente mejor el pretendido salto de canciones oficiales en el idioma de la sede a propuestas trasnacionales? Aquel imborrable “Un’estate italiana”, interpretado majestuosamente por dos locales de Italia ‘90, fue el último himno cantado en un idioma oficial que no fuera ni inglés ni español. Ahora, ni idioma local ni idioma internacional: el “Waka Waka (This Time for Africa)” incluye a una colombiana libanesa que canta en dos idiomas y dos coristas que cantan en xhosa, uno de los once idiomas oficiales de Sudáfrica, mientras el nombre de la canción apela al país organizador con el nombre del continente al que pertenece. (Y un paréntesis merece el otro tema oficial promovido por Coca Cola, del somalí K’Naan, en cuyo original hablaba de la guerra por comida y la violencia generalizada y que para esta ocasión se tituló Wavin’ Flag: Celebration Mix, con la letra modificada.)
Shakira es mucho más artista que muchas que mueven las caderas sin toda esa cadencia ni precisión, y sabe generar espectáculo y fiesta. Lo demuestran discos realmente buenos: los mencionados o Fijación Oral Volumen 1 (2005), que contenía hermosas baladas como “La pared” o la bossa nova “Obtener un sí”, y también glorias del pop latino como “La tortura”, con un video doble X en el que ella se revolcaba en el barro, igual que en el de “Suerte”. Incluso su indeleble “Waka Waka” –que fue rozado por un dudoso malentendido relacionado con las autorías– tiene más que gracia, a pesar del edulcorante, su letra anodina (en ambos casos no más que los de otros himnos, eso sí) y, en el video, un contraste que no la favorece: el de la épica inmanente de la cancha –lo verdadero de todo esto, en definitiva– y una puesta en escena demasiado oficial. Por otro lado, su último disco (She Wolf, 2009) la muestra –flaquísima y rubia– tan despersonalizada como demasiado parecida a otras. Por supuesto que ningún problema hay en que quiera cambiar y meterse de lleno en el electro, o que explote su veta sexy –cosa que sabe hacer desde el vamos–. De hecho, algunas canciones pueden sobresalir. El riesgo es desdibujarse y, en su caso, ponerse demasiado finoli. También predecible.
Ahora, mientras lanza su propia fragancia –el must de la súper estrella–, se espera su próximo trabajo en español. Veremos si vuelve a coquetear con el barro o si prefiere poner sus pocas prendas en el lavarropas.
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